Micro-utopías de lo cotidiano
“el arte contemporáneo modeliza más de lo que
representa,
en lugar de inspirarse en la trama social se inserta
en ella.”
Nicolas Bourriaud[1]
Si bien no era consciente de eso, cuando
surgió la idea de esta casa comencé a construirla conceptualmente con la misma
dinámica con la que elaboro cualquier producción plástica. Dimensiones,
colores, formas, procedimientos, materiales y condiciones de producción que fui
volcando en anotaciones y bocetos rápidos. Esa intención también se tradujo cuando
pauté una lógica propia para este proyecto, ajustando el proceso a ciertas
condiciones que quizás no eran propias de la construcción de una vivienda, sino
que estaban más emparentadas con la producción de sentido. Con ello, me impuse como condiciones
que debía construirla yo misma junto con familiares y amigos; con mano de obra
no remunerada; sin mediar con arquitectos ni albañiles; que no tendría planos
que la definieran de antemano; que debía construirse con materiales reciclados;
etc. En fin, proponerme que esta casa debía ser la reconstrucción de muchas
otras casas. Ya entendía que su finalidad no acababa
simplemente en la función de habitar sino que además de los criterios estéticos
y coherencias de la forma, le estaba sumando también un valor simbólico.
La experiencia colectiva en la construcción
es el rasgo que más me interesó resaltar del proceso de CASITA. Si me acotara
en particular a la casa, no podría decir que es sólo mi producción, la autoría
de esa obra es compleja. “Toda producción de arte demanda la integración de un
cierto número de dispositivos materiales e interpersonales. Toda
producción de arte es producción de más de uno. Todo resulta
de colaboraciones que pueden ser o no reconocidas.”[2] manifiesta Laddaga. CASITA
tiene entonces un gran número de autores conscientes o inadvertidos, individuos
pertenecientes a la disciplina artística, a otras disciplinas o a ninguna en
particular. Esta propuesta surgió del intercambio, de la intersubjetividad, y
me serví de ello como sustento para la operación de configurar este proceso en
obra.
Entonces, ¿por qué no entender la
construcción de esta casa como una construcción de discurso? Concebir las
prácticas artísticas contemporáneas desde la transdisciplina, desde la
disipación de los paradigmas modernos de obra de arte y de las concepciones
clásicas de autoría, me permiten forjar este proceso como una construcción de
sentido colectivo, afirmar que la construcción de esta casa fue también una
construcción simbólica y, por lo tanto, poder
presentarla como una propuesta artística. Puedo decir entonces que la categoría
de obra no le cae a esta experiencia de manera retrospectiva a causa de este
trabajo de tesis. Vuelvo a apelar a las palabras de Bruce Nauman citadas al principio de
este texto, el origen de una propuesta puede ser la simple constatación de lo
que se tiene a mano, del aquí y el ahora. El proceso de la casita tenía toda la
potencialidad para ser una obra.
[1] BOURRIAUD, Nicolas. Estética Relacional, Adriana Hidalgo Editora,
Buenos Aires, 2006, p. 17.
[2] LADDAGA, Reinaldo. Estética de laboratorio Estrategias de las
artes del presente, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2010, p.13.
* Párrafo con el que concluyo mi trabajo de tesis.