La casa tiene 3 puertas. La de entrada, la del baño y la de la habitación de Oderay.
Las últimas dos estaban horribles, barniz viejo y pintura descascarada.
Las mandamos a "arenar", en realidad no arenan, sino que las sumergen en soda cáustica y luego le remueven la pintura vieja con una hidrolavadora.
Este procedimiento funcionó a la perfección con la puerta de la habitación de Oderay.
Con la del baño hubo más inconvenientes.
Para empezar, al manipularla rompieron los vidrios, vidrios con texturas que ya no se fabrican. El “te lo dije, hubiésemos sacado los vidrios antes de llevarlas” a mi viejo no faltó. Según él, yo la lechucié…
Otra es que se tardaron semanas cuando era supuestamente cuestión de dos días. Y eso fue porque no pudieron sacarle la pintura a la del baño por más sumergida y sacudida que le dieran. Al parecer no funciona con pinturas antiguas de base aceitosa o algo así.
Mientras tanto, semanas viviendo con una cortina en vez de puerta en el baño. Muy hippie, lo sé.
Finalmente, cuando llegaron las puertas, tuvieron que esperar su turno en la larga lista de tareas de “cosas para hacer en la casita”.
La de la habitación de Ode, quedó hermosa con una sola mano de cetol y tinte de cedro.
A la del baño le sigo dando sesiones de removedor y espátula, falta menos. Y a la cortina ya nos acostumbramos tanto que ni nos molesta.
Pinté el rinconcito de abajo de la escalera también.